Blinking Cute Box Panda

martes, 18 de septiembre de 2012



Libro Abierto

Capítulo 31

— ¡¿Me puedes explicar por qué no me lo has dicho?!—inquirió molesto, gritando por el celular a quien sabe quién.
—¡No me interesa Louis, sé que lo de los Wordas tú lo sabías y no te dignaste a decírmelo!—volvió a levantar la voz, para luego reír secamente. —¡Sé que no eres una computadora, pero eso lo tendrías que haber previsto!
Sin decir más nada, me tomó con delicadeza de la mano y me abrió la puerta del auto. Luego él, a una velocidad anormal, se dirigió a la parte del copiloto.
Arrancó el vehículo y empezó a conducir por las muy pobladas calles de Illinois. El silencio se estaba convirtiendo en algo insoportable, que en cualquier momento iba a desesperarme tanto que iba a lanzar un grito ahogado. Pero me controlé, pasaron quince minutos más en los que estaba por llegar a mi calle, pero en vez de doblar para la derecha, Harry giró para la izquierda.
—Es para la derecha.—le informé.
—No voy para tu casa, vamos a la mía. —dijo en un tono sombrío, girando a la izquierda y tomando la autopista.
Al llegar a su casa, el muchacho se giró vezlomente hacia mi puerta y la abrió en un símbolo de caballerosidad. Así mismo, antes de que el joven toque la puerta, la madre de familia se encontraba enrrollando con sus brazos a Harry, este le respondió el abrazo, pero a la vez, se separaba de su agarre.
— ¿Por qué la humana está aquí? —Preguntó Lander, en un tono grosero, clavándome la mirada.
—No empieces Lander, no estoy de humor. —le respondió Harry, quién tomó de mi mano dirigiéndose al comedor, pero su hermano mayor lo detuvo.
—Es culpa suya, todo lo que nos está pasando. ¿Por qué no simplemente se la damos a los Wordas y ya? —indagó en tono molesto el rubio.
— ¿Por qué no te metes en tus cosas? Deja de decir idioteces, ¿quieres? —contestó de mal modo el castaño.
—Estamos todos arriesgando nuestra vida por ella, que nada vale.
—Lander, no hables así. Romance es parte de nuestra familia ahora. —Le respondió Colette dulcemente, a lo que yo por inercia sonreí.
—Es una humana.
—Esto no se discute más, hay cosas muchísimo más importantes de las cuales hablar. —dijo Travis, quien señaló con su mano el salón grande, o más bien living, donde cada uno ocupó su lugar en la mesa, yo al lado de Harry
—Esto es facilmente solucionable... —empezó a hablar Lander, pero Marlon lo interrumpió.
—Vuelves a decir una estupidez acerca de Romance y juro que te parto la boca. —lo amenazó de una forma maliciosa y sombría, algo que me asustó, pero en menos de treinta segundos, el muchacho me sonrió y guiñó un ojo.
—Los Wordas quieren a Romance... ¿quién es el que dio esta orden? —preguntó Travis.
—El príncipe, dice que si se la damos, la guerra no va a empezar.
— ¿Pero por qué a ella? —inquirió Louis sin comprender.
—Es un humano, las hormonas están presentes, por supuesto, y está "enamorado" desde que se conocieron el primer día de clases. —dijo Harry, haciendo comillas con los dedos cuando dijo "enamorado" y ahí recordé todo, o más bien, asocié todo lo vivído.
—Liam es el príncipe de los Wordas. —pregunté, o más bien, afirmé. Todos los presentes clavaron su vista en mi.
—Romance...
—Sé que es el Harry, no trates de mentirme o  engañarme.
— Es él, es por eso que me atacó. El día que salimos de clase de arte, él creyó que te iba a morder, pero por supuesto no. —explicó él, con su voz cantarina. —Son bestias, caracterizadas por su fuerza y velocidad. Animales. No saben pensar ni razonar, por eso lo que más facil le resultó, fue atacarme.
— ¿Pero ellos... qué son? —inquirí sin comprender todavía.
—Los Wordas son decendientes de los lobos, estos no son todos iguales, ellos se dividen en dos: los Scrates y Prates. Los primeros son aquellos que son lobos pero pueden transformarse en hombre, o sea, adaptar cualquiera de las dos figuras. Mayormente son siempre la realeza Worda, o algún que otro elegido. En cambio, los Prates son aquellos que solo pueden ser hombres o lobos, mayormente son lobos, ellos son los que le sirven a los Scrates, son sus súbditos.
—Hace muchísimos años, desde que los hechiceros intentaron invadir el continente americano, cuando se descubrió América el 12 de octubre de 1492. Los hechiceros fueron como parte de la tripulación, no solamente por su deber como marineros o intelectuales, si no que el hecho de que se podría ir de otra manera a oriente era algo que los atraía. Así fue como los hechiceros fueron en las naves, donde por un error, terminaron en América. Allí fue donde los españoles llegaron a las Bahamas, y al seguir con su expedición llegaron a Méjico. Se encontraron con un grupo de nativos, tu Romance los debes conocer, son los Mayas. Ellos intercambiaron culturas y sobre todo, los españoles se apoderaron de sus tierras y a su vez de sus riquezas.
>>Pero los hechiceros no estaban allí por eso, ellos estaban buscando hechiceros de allí, hechiceros que sean nativos del lugar, pero no se encontraron con los de su misma especie, si no, de una completamente diferente. —mientras Harry me estaba contando su relato, el resto de la familia ponía mucha atención, lo que me sorprendió, ya que la historia seguramete se la sepan de memoria.— Así pues, se encontraron con los Wordas, descubrieron que no eran inmortales como ellos, si no, que ellos duraban un prolongado tiempo y luego morían, por lo que ellos podían continuar con su generación. A lo que a todos los magos les llamó la atención, pero también descubrieron que la realeza si quisiera, y mediante una ofrenda a sus dioses, podían conceguir la inmortalidad. Los hechiceros, aunque trataron de invadir el territorio de los Wordas, no lo lograron, ya que ellos los superaban en número.
— ¿Y dónde entro yo? ¿Por qué Liam me quiere a mi? —pregunté, ya que yo no cuadraba en todo aquel relato.
—Tú entras en el tema de "continuar la generación" —explicó apretando la mandívula. —Ellos se enamoran cada cien años de una humana, ella por sus condiciones naturales, pude darle hijos y en un determinado tiempo muere, esto ocurre cronologicamente, ya que en los próximos cien años, un Worda puede volver a "enamorarse" de una mujer, y volver a iniciar el ciclo de reproducción. —explicó el castaño, tomando mi mano. —Aunque, por supuesto, es desición del Worda si quiere o no tener hijos.
>> Esto solo les ocurre a los Scrates, ya que son los únicos que pueden llegar a ser inmortales, los Prates, no lo son, así que tienen hijos como cualquier ser humano, o como cualquier lobo.
— Ya veo... Si, si, comprendo todo aquello de la... Nauraleza de los Wordas, pero... ¿Por qué se desataría una guerra?—inquirí, ya que esa parte no la comprendí.
—Los hechiceros definen a el enamoramiento, como un hechizo. Nosotros creemos, y estamos convencidos de ello, que un hechicero se enamora una sola vez en toda su larga existencia, y que esa mujer, u hombre, en el caso de que sea la hembra que se enamore, queda impregnado a la otra persona por un hechizo: la pócima del amor. Así es como nosotros la llamamos, y esa pócima es la que hace que nos enamoremos solo una vez, y que con nuestras respectivas parejas podramos tener hijos y demás.
>>El hechicero solo se enamora con esa pócima una sola vez en toda su vida, por lo que si la mujer no fue correspondida, o si ella muere, o cualquiera sea el motivo por el que no estén juntos, ese hechicero no se volverá a enamorar jamás. —comentó el joven, acariciando mi mano suavemente. —El hecho de que se desencadene una guerra, sería que porque el príncipe de los Wordas, pretenda a la pareja de un hechicero, en este caso tú... —lo interrumpí.
—Tú y yo no somos novios, Harry.
—Tienes razón, pero yo estoy enamorado de ti, y este sentimiento, esta mágia, solo me va a suceder una vez en toda mi existencia, y solamente contigo. Por eso es que se desencadenará una guerra.
Yo me quedé callada, pensando en todo lo que me había dicho el muchacho. Es decir, que todo este conflicto es por mí, por mi triste y patética existencia. Lo único positivo que tenía todo aquello es que Harry va a estar toda su vida, pura y exclusivamente enamorado de mi.

lunes, 17 de septiembre de 2012


Libro Abierto

Capítulo 30

— ¿Y hace cuánto no ves a tu padre? — indagó cuando yo le pregunté cómo estaba su familia.
— Hace ya nueve meses, más o menos. — contesté, fijándome en el plato de comida, ya que el tema de mi padre me dolía bastante.
— ¿Y por qué el no viene a verte? — preguntó, acariciando mi mano por sobre la mesa.
— Él estaba viviendo en California, pero luego se fue a Puebla, ya que se quedó sin trabajo. Allá iba a tener casa y comida hasta que consiguiera empleo, ya que mis abuelos y tíos viven en Méjico.
— Así que es una cuestión económica... Eso es muy facilmente solucionable, yo podría darle un pasaje de avión para que vuele hasta Illions, y... — lo interrumpí.
— No, no, claro que no. Tú no le vas a pagar nada a mi padre, ni a nadie.
— Pero Romance... — lo miré con los ojos entrecerrados y él explotó en risa. — De acuerdo, Ro, no haré nada.
— Así me gusta.
— Sabes yo... te quería decir, que... — lo interrumpí.
—  Harry Styles, ¿nervioso? — dije en tono de burla, ya que él siempre es muy seguro de sí mismo, muy confiado de todos sus actos.
— Bueno, no te burles de mi, en docientos veintisiete años, esto tenía que pasar, ¿no? — inquirió retóricamente a lo que yo reí bajo. — lo más extraño y loco de esto, es que una humana de tan solo dieciséis años, pueda causar eso en mí. — Al decir esto último me ruboricé, como de costumbre, y él sonrió.
— Y lo que más amo, es que sigo provocando esto. — musitó, hacercando su mano a mi mejilla. — espero que eso nunca cambie.
—Harry, por favor... —musité, colocándome cada vez más colorada.
—Yo... quería preguntarte algo. —dijo dudoso, y tomando mi mano y acariciando esta torpemente.
—Dime. —le pedí con una sonrisa, para infundirle confianza.
— ¿Tú, sabes que te amo? —preguntó y yo sonreí torpemente.
Yo asentí con una sonrisa y hablé:
—Tú sabes que yo también. —le contesté, ruborizándome nuevamente. El interpelado sonrió de costado.
—Y qué nos conocemos hace ya... unos meses, que debo recalcar, los mejores de toda mi existencia. —Susurró mordiendo su labio inferior, a lo que yo sonreí.
—Tú... ¿quiéres ser mi...? —y antes de que termine la frase, que estaba segura cuál iba a ser, el celular del muchacho sonó, a lo que el, por lo bajo, maldijo.
El chico me soltó la mano, tomó el movil y miró la pantalla, hizo rodar los ojos y atendió la llamada.
—Espero que sea importante, porque si no es así, incendio todo tu guardarropas. —amenazó con los ojos entrecerrados, y por lo que supuse a esa amenaza, el que llamaba era Louis.
Del otro lado de la linea, hablaban todo rápido, ya que lo único que yo podía oír era un débil murmullo, a lo que el muchacho solo asentía en silencio.
— ¿Él ya está aquí?—preguntó masajeando su cien derecha. Y se volvieron a escuchar murmullos.
— ¿Cómo nos encontró? —y otra vez, el ruido del habla de alguien.
— ¿Qué planean hacer? —preguntó Harry, con el puño derecho cerrado. — ¿Fue el idiota de Mateo, no es así?
Luego de que preguntó aquello, asintió y dijo un "de acuerdo" y colgó la llamada.
—Debemos irnos ya, Romance. —musitó fríamente, a lo que yo solo asentí con algo de temor, y el muchacho se dio cuenta de esto, y se acercó a mi, besando mi mano.
—Todo va a estar bien, Ro, solo que necesito dejarte en tu casa, ahora. —Luego de decir aquelló, Harry me regaló una deslumbrante sonrisa y besó mis labios por alrededor de cinco segundos, los más perfectos y hermosos de mi vida.
El muchacho me tomó de la cintura y nos dirigimos al señor que se encontraba en el taburete, cuando llegamos al restaurante. Harry le entregó unos billetes verdes, no sé precisamente de cuanto, y salimos del lugar. Fuimos caminando al aparcamiento, pero antes de poder subir al vehículo, vimos una sombra.
—Así que ahora, dejamos el papel del hechicero asesino, y nos ponemos a hacer de príncipe encantador. —musitó una voz grave, pero con un deje de dulzura, dejando un toqué malévolo a sus palabras.
— ¿Qué pretendes hacer Mateo? ¿Unirte al enemigo? —dijo Harry secamente.
—Por favor, querido camarada. Es una palabra muy fea enemigo, ya que solo tenemos unas pequeñas diferencias.
—¿Pequeñas diferencias? Por favor, Mateo. Desde que el mundo es mundo los hechiceros y los Wordas, se han disputado tanto el territorio europeo, como la soberanía de todo.
—Está bien, está bien, te concedo eso, pero... prefiero a los Wordas, que a los Sendal, quédate tranquilo de ello, y tú... No sé como odias más a los Wordas cuando Taylor Sendal quiso... —antes de que terminara la oración, Harry lo interrumpió.
—Estaba ahí, recuerdo perfectamente lo que sucedió. Pero sigo insistiendo... tú no deberías unirte a ellos, y mucho menos exponer a los tuyos, no me involucres, ni a mi ni a mi familia, en tus locuras.
—Tranquilo, camarada. Es solamente una pequeña unión; los Wordas no son tan malos...
—Uno hace poco casi me mata... —le contradijó el francés.
—Eres tan fuerte e inteligente Harry, que sucedió con eso... Tal vez, tenías una pequeña distracción. —musitó colocando sus ojos negros azabaché sobre mí, mientras él me contemplaba como si yo fuera comida... Que es como él me veía.
—Exacto, pero el punto es que cuando ya no te necesiten y seas un impedimento o un estorbo, acabarán contigo.
—Gracias por las sugerencias, pero yo solo venía a decirte algo.
— ¿Qué? —indagó fríamente el castaño.
—La quieren a la humana, el príncipe la quiere, y sabes lo que eso significa...—Harry lo interrumpió.
—No me importa lo que ese idiota quiera, ella es mía, infórmaselo. —contestó secamente.
— ¿Por una simple humana tanto problema? ¡El planeta esta lleno de ellas! —dijo incrédulo, posicionando su mirada en mi nuevamente. —Aunque sea demasido hermosa y deliciosa.
—Vete, Mateo... ya me has dejado el mensaje, ahora vete.—le ordenó violentamente.
—Yo que tú, no me metería con el príncipe de los Wordas.
Luego de decir aquello, desapareció ante mis ojos en menos de un segundo. Dejando mi cabeza hecha un tocadiscos, no entendía absolutamente nada. Y lo peor... es que hablaban de mi.
¿Quién es el príncipe de los Wordas? ¿Por qué me quiere a mi? ¿qué o quienes son los Wordas? ¿Qué o quienes son los Sendal? ¿Quien es Taylor Sendal? Esas y miles de preguntas más se pasaban por mi mente, sin ninguna explicación coherente.

sábado, 15 de septiembre de 2012



Libro Abierto

Capítulo 29


—¡¿Dónde está el rubor?! ¡Todo se pierde en esta casa! —Grité, tomando el rimel y arqueando mis pestañas.
Terminé de ponerme brillo labial, para luego seguir en busca de el rubor, que quién sabe donde estará. Así que para no perder más tiempo, ya que en diez minutos Harry tiene que estar tocando la puerta, y por lo que sé, es muy puntual, tomé mi zapatos cerrados de tacón negros, me los coloqué y luego, me puse la bijouterí, que constaba de una pulcera de brillantes, un collar, aros y un anillo, todo a composé.
Volví a retocarme el maquillaje, más que nada la sombra de ojos platiada y negra y cuando terminé con eso, en uno de los estantecitos pequeños, de mi set de maquillajes, se encontraba el bendito rubor. Lo coloqué en mis mejillas y luego, pase solo un poco, para dar un toque de color, en mi rostro.
Con la pinza, volví a retocar mi cabello, para que las ondas de este no se salieran, y quede despeinada, y cuando estaba por fijar el último bucle, mi madre toca la puerta.
—El niño lindo, ya está aquí. —anunció, dando dos golpes en la madera.
—Si, si, ya salgo. —anuncié, tomando mi cartera y colocando en esta: el brillo labial, el celular, pañuelitos descartables, y algo de dinero, por las dudas, una nunca sabe.
Caminé hasta el living de mi casa, y hablando con mi hermanito Román, se encontraba el ser más perfecto de la tierra. Su cabello estaba algo peinado, solo algo, no es que se haya matado en la peluquería, pero estaba brilloso y pulcro igual que siempre. Su piel, tan blanca como la nieve y tan tersa como la seda, estaba oculta debajo de un traje de Armani. Y sus ojos, negro noche, centellando con esa luz tan perfecta y clásica en el, que con solo mirarlos, uno es capaz de hacer cualquier cosa. Es algo... Himnotizante, o como es él, algo mágico.
—Buenas noches, Romance. —saludó Harry, dejándose escuchar esa voz profunda y resonante, como campanas de una iglesia. Tomó mi mano derecha, y en un gesto más antiguo que él, besó esta, y la colocó por alrededor de diez segundos en su pecho, donde se encuentra su corazón.
—Ho-hola, Harry. — ¡perfecto! ahora soy tartamuda.
—Bueno, señora Amalia, fue un placer haberla conocido, y no solo oído por el tubo del teléfono, y no se preocupe por nada, yo voy a velar por la seguridad y bienestar de su hija, no se preocupe.
—Muchas gracias Harry, me dejas muy tranquila. —luego de eso, mi mamá besó la mejilla del muchacho para después, que este salude de un apretón de manos, a mi hermanito.
—Espero que cuando vuelvan, ya seamos cuñados. —dijo Román, guiñándole un ojo.
—Todo depende de tu hermana. —contestó el chico.
Harry me tomó de la mano, y así salimos hasta el ascensor, donde apretó el botón PB, de planta baja, y llegamos al hall, donde el mismo chico de siempre nos regaló una sonrisa algo forzada. Tal vez el tonto de Román tenga razón y guste de mi... No claro que no, esas son ideas mías y del enano. Salimos del edificio y nos quedamos parados frente qa un Chevrolet  Class negro, el muchacho se dirigió a la puerta del copiloto, abrió esta para que yo me siente, y en menos de lo que puedo decir: otorrinolaringología, el muchacho estaba sentado en el asiento del piloto, poniendo la llave en el contacto y arrancando el auto hacia nuestro destino; por supuesto, desconocido para mi.
—Por favor, dime donde estamos llendo.
—¿Por qué crees que te voy a contestar eso, si ya me lo has preguntado siete veces antes, y en ninguna de las anteriores te he respondido?
—Porque tengo la esperanza de que tu número de la suerte sea el ocho, y ahí me digas a donde iremos.—musité sonriéndole.
—Lamentablemente, no es el ocho. Y tampoco te voy a decir a donde nos estamos dirigiendo, porque el término sorpresa quedaría mal, ya que no habría sorpresa si te lo digo.
—De acuerdo, de acuerdo y... ¿Cúal es tu numero de la suerte? —ya que no era el ocho ni nunguno del uno al siete, quería saber cual era.
—El quince. —contestó girando a la derecha, y deteniendose en un semáforo.
— ¿Por qué? —indagué, doblando mi torso, para quedar frente a su perfil.
—Es el día de tu cumpleaños, así que es por eso. El número de la suerte, el número de mi suerte. —explicó besando mi mejilla. —Creo, que sin haber apostado en nada, ya gané la lotería. —al decir aquello, me puse de todos colores, a lo que el rió dulcemente cerca de mis labios, donde yo podía sentir su aliento a cerezas mezclado con otra fragancia que nunca logro identificar.
Siguió conduciendo por alrededor de quince minutos más y aparcó el auto frente a una casona, aquellas que databan desde la época colonial, con una hermosa arquitectura, donde el arquitecto, o más bien artista, se había fijado en cada uno de los detalles del lugar. La mansión estaba pintada de un color amarillo pastel, y el verde del cesped y el rojo y blanco de las rosas era una convinación  perfecta.
Salió del auto, y a paso normal, se dirigió a mi puerta, donde abrió esta y con su mano, tomó la mía delicadamente y la colocó en su antebrazo derecho. Caminamos hasta la gran puerta de doble hoja, donde nos abrió un hombre de unos treinta y cinco años más o menos, y luego fuimos hasta un taburete con una mesa alta, donde se hallaba un hombre calvo.
— ¿Nombre y apellido? —indagó el señor, con sus gafas colocadas, mirando el registro.
—Harry Styles. —contestó el muchacho, con una media sonrisa.
—Adelante. —anunció el hombre, para luego salir de su banquito y llevarnos por el restaurante. Allí estaba lleno de gente, pero no me percaté, ya que estaba viendo la finura y elegancia del lugar, de que mi acompañante le decía algo, que no pude saber qué, y le colocó dinero en el bolsillo de su traje. Así que el calvo nos llevó a un lugar más apartado, donde sólo había una pareja de unos cincuenta años o más, disfrutando de la velada.

jueves, 13 de septiembre de 2012


Libro Abierto

Capítulo 28

—Buenos días alumnos.—dijo el profesor Moreira, a lo que todos contestamos al unísino un "buenos días, profesor".
—Bueno chicos, quiero que guarden todo y saquen solamente una lapicera y un corrector. —luego de decir aquello, recordé. Había prueba.
Saqué las cosas a regañadientes y el profesor comenzó a repartir los exámenes. Harry me miró divertido, contieniendo la risa.
"—¿De qué te ries?"— escribí en un papel, a lo que el volvió a sonreir.
"—No estudiaste, creo que se te está haciendo costumbre."
Voltié los ojos para arriba, dejándolos en blanco, recordando el inconveniente en clase de anatomía, traté de olvidar ese hecho y comencé a "hacer mi examen", para ser sinsera, en el otro examen de las capitales, latitud y longitud, biomas y demás, me había ido bastante bien, me saqué un nueve. Pero en este examen de desastres naturales, sabía que iba a reprobar. El único desastre que iba a ver, iba a ser mi prueba.
Pasaron quince minutos, en los que me encontraba decorando la prueba. Así es, ya que me había dado por vencida, y sabía que no tenía ni la más mínima chance de aprobar, comencé a hacer figuras abstractas en la evaluación. Haciendo bordes y sombreados a la hoja, remarcando los títulos de los enunciados y pintando los bordes. Pero antes de que pudiera terminar de decorar mi nombre "Romance Romero", con mi despatarrada caligrafía, mi compañero de banco tomó la evaluación y como un rayo comenzó a escribir sobre el papel.
Al pasar, al rededor de diez minutos, cuando el docente se agachó al suelo, ya que se le había caido una hoja de su registro, Harry me entregó mi evaluación, toda hecha. Estaba absolutamente todo resuelto, y bastante completo, debo admitir. Ya que había escrito también detrás de la hoja. Y lo más extraño y admirable, era que había imitado mi letra a la perfección, similando que yo había sido la que hizo el examen.
Entregué mi examen al docente, para luego salir al patio. Me senté en una de las bancas más apartadas de todas, y cinco minutos después, sentí la respiración de alguien en mi cuello, y así pude sentir su aliento, sin tener que girarme, pude darme cuenta de quien era.
—Me debes una grande, hice que aprobaras con diez. —musitó, sentándose a mi lado, y entrelazando su mano con la mía.
—Muchísimas gracias, me había olvidado por completo el hecho de que había evaluación.
—Me di cuenta, así que para la próxima te ayudo a estudiar, no te hago el examen, ¿si?
— Si, si, muchísimas gracias. —le dije, para luego besar su mejilla a lo que el sonrió.
—Pero... yo acabo de hacer que apruebes con diez la materia... —lo interrumpí.
—Que creido eres, que aprové lo sé, pero con diez... Eres muy mandaparte.
—No es de mandaparte, es que sé que aprobaste con honores, pero sacando el tema de mi "egocentrismo"—musitó haciendo comillas en el aire. —Te acabo de hacer aprobar un examen, y quiero algo a cambio. —musitó rozando con sus labios las yemas de mi dedos.
— ¿Y, se puede saber que quieres? —pregunté, sonriendo.
—Quiero una cena, solo tú y yo, yo elijo el lugar, y te llevo y traigo a tu casa.
—Harry... —me interrumpió.
—Vamos, me arrodillo si quieres, en un estilo... Romántico.
—Por favor, Harry... —pero antes de que pueda terminar la frase, el muchacho se paró de su asiento y se colocó, arrodillado, delante de mi, con su sonrisa característica.
—Romance Fabianne Romero, aceptarias escoltar a este caballero, que se encuentra a tus pies, con el único proposito de tener una velada maravillosa, y que eso solamente ocurriría, con tu presencia.
—Harry, más de diez chicos nos están viendo, por favor, párate en este instante. —pedí, con la cara morada.
—No, hasta que me des una respuesta, y espero que de tus perfectos labios, solo salga una afirmación.
—De acuerdo, déjate de hacer el protagonista de una novela de los cincuenta, y levántate del suelo. —le pedí, mientras las cuatro muchachas que miraban a nuestra dirección, me aniquilaban con la vista,
—Los cincuenta, sabes que vengo de unos años un poco más atrás. —dijo, sentándose a mi lado, y tomando mi mano.
—No me recuerdes que podrías ser mi tatara-tatara-tatara-tatara abuelo.
—No te lo recuerdo, pero acéptalo. Sería un abuelito muy sexy. —anunció levantando las cejas, a lo que yo reí profundamente.
—De acuerdo, lo acepto.
—Listo, te paso a buscar mañana a las ocho de la noche. —dijo él, mientras besaba mis labios fugazmente, a lo que por alrededor de treinta segundos me quedé tildada.
— ¿Qué? Oye, oye, aguarda ¿De qué hablas?
—Dijiste que aceptabas. —dijo, volviendo a posar sus labios sobre los míos, y yo creí desfallecer.
—No, no, yo acepte que eras muy sexy para ser un abuelo, —musité, poniéndome de todos los colores. —no que iba a ir a cenar contigo.
—Lo lamento, has dicho que aceptabas, y creo que eres, además de bella, una mujer de palabra.
—Te detesto, Styles.
—Tú sabes perfectamente, que mis sentimientos son completamente diferentes a los tuyos, entonces. Porque yo te amo. —luego de decir eso, volvió a besarme, pero esta vez, cuando se separó, mordió mi labio inferior.
Este chico no se daba cuenta, de que soy un pobre y frágil ser humano. Y más que eso, soy una mujer, adolescente. ¡Tengo hormonas!
—Pero es día de semana... —no me dejó terminar la oración que colocó su dedo índice sobre mis labios.
—Tú estate lista a esa hora, de tu madre yo me ocupo.

martes, 11 de septiembre de 2012



Libro Abierto
Capítulo 27

— ¿Y cuál es la historia que te contó Louis? —le pregunté, mientras acomodaba mi cabeza, debajo de su cuello y él pasaba su brazo por al rededor de mi cintura.
—Lo que somos, eso fue lo que me contó. Ya te dije lo que hizo mi madre, cómo nos salvó la vida a todos... Un ritual, eso fue lo que hizo.
— ¿Qué clase de ritual? —indagué, levantando mi vista para ver su perfecto semblante.
—El ritual de la vida eterna, eso fue lo que ella hizo, por eso gozo de tan buena salud. Soy inmortal, al igual que toda mi familia, pero si alguien me dispara o me caigo de un séptimo piso, moriré como cualquier humano.
—¿Qué son? Porque los únicos que hacen rituales así son...
—Brujos, hechiceros, magos, wiccas, hay muchos sinónimos.
—Eso quiere decir que eres un hechicero, así tipo Harry Potter, con varita mágica y capa, y me muero... ¡Vas a la escuela Howarts de Magia y hechicería!
—Algo así, pero sin varita, sin escuela de magia, ni la sexy Emma Watson de compañera de clase. —musitó, meneando la cabeza.
— ¿Qué te pasa? ¿Cómo "sexy Emma Watson"? —inquirí enojada.
—Claro que no Romance, ya te tengo a ti, no necesito a nadie más. —musitó con ternura. —Antes de que tus celos atacaran, te espaba diciendo... Nuestra creencia se basa prácticamente en darle ofrendas a nuestros dioses...
—¿Tipo el diablo? —le pregunté con temor.
—No, no, nada de eso. Nosotros le damos ofrendas a nuestros dioses. Los que, mayormente adoramos, son el dios del Sol, la diosa de la Luna, la diosa de la Tierra, el dios del Agua, entre otros.
—¿Entonces no hacen ritos demoníacos y esas cosas?—inquirí, mientras el me apretaba más a su cuerpo.
—Mi familia y yo no, pero muchos de los nuestros si lo hacen.
— ¿Y me puedes contar el por qué mataste a tanta gente? —le pregunté, mientras observaba su semblante triste.
—No maté solamente, Romance, yo... Sigo mantando personas, yo fui, soy y voy a seguir siendo un asesino. —el me observó para ver mi reacción, pero se desconcertó ya que mi rostro seguía igual que antes.
— ¿Por qué lo haces? —inquirí, con dolor en la voz.
—No quiero que te enojes, solamente yo... —lo interrumpí.
—Contéstame, Harry... —pedí exigente, pero con el corazón hecho un puño.
—Tú me has preguntado si hacemos ritos diabólicos, y no es así, pero nuestra especie proviene, según las leyendas, de creaciones malignas del diablo. Nosotros practicamos magia blanca, pero hay algo que no podemos negar a nuestra especie que es la sangre humana...
— ¿Cómo sería eso? —inquirí sin comprender.
—Para vivir, para seguir exactamente igual que siempre, necesitamos de la sangre humana. Aunque nuestros rituales sean blancos, hay veces que es necesario hacer sacrificios humanos o de animales a... Nuestros dioses.
— ¿Matas por tus dioses? ¡Eso es una barvarie!—grité indignada y separándome de el. Pero fue inútil, ya que Harry me tomó firmemente de la cintura, sin que yo me pueda alejar de el ni un centímetro.
—En muchísimas religiones matan humanos y animales por sus dioses, Romance. es una creencia... —lo paré.
—Eso no es creencia, es asesinato.
—Tómalo como quieras, ya te he dicho lo que soy... Bebo sangre humana para vivir. Y m alimento de la vitalidad de la víctima, al tomar su vida, tomo sus años que le quedaban por vivir. Eso nos mantiene con vida, Romance.
—Si tú no bebes sangre humana y no matas... ¿Mueres? —indagué con temor.
—Así es, he tratado suplantarla con sangre de animales y sacrificios de los mismo, y funciona. He vivido cinco meses con eso, y vivo, mi aspecto no cambia, no envejezco, pero... Los animales no me dan vitalidad, no me da vida, parece que estoy enfermo. En cambio con la humana, no es así.
>>Se que tú crees que soy un psicópata enfermo, pero... Es algo necesario para vivir, y para obtener todo lo que tengo...
— ¿A qué te refieres? —le pregunté, sin comprender.
—Le debo mi vida a los dioses, ellos son los que me han hecho quedar aquí y que Azrael no me haya llevado consigo al infierno.—me dijo, con sus penetrantes ojos cautivandome. —no me odies, por favor.
Me quedé callada durante diez minutos mas o menos, y sin decir nada, me separé de su lado, mientras él se negaba a soltarme. Pero con una mirada le pedí que lo hiciera, y él accedió. Me arrodillé frente a él, y con los ojos cristalizados le dije:
—No me importa lo que eres, lo que hagas, o cualquier otra cosa.
—Gracias, Romance. —me dijo para luego posar sus labios fríos sobre los míos. Me quedé allí, sin moverme un centímetro de donde me encontraba. Mientras su boca se movía en un ritmo tranquilo y romántico, algo totalmente distito, él era distinto. Era único.
Luego de separarnos, nos quedamos allí, apoyados contra la columna, sentados en el pasillo de mi casa, en un silencio sepulcral. Así que me decidí a cortar el silencio y dije:
—Hablemos, ya que te picó el bicho de la sinceridad. —él rió y besó mi mano derecha. —Cuéntame... en todos tus muchísimos años de vida... Tú... ehmmm, has... ¿tenido novia? —indagué a lo que me puse roja como un tomate, y él río a carcajadas.
—Bueno, ya... No te burles de mí.
—No he tenido novia, Ro... —dijo, a lo que se quedó pensativo y volvió a hablar. —Margareth, era su nombre, ella es la única mujer con la que "tuve" algo, pero ni eso... Ella y yo nos conocimos en una fuiesta que organizó la Reina María Josefa de Saboya, a la que Margareth asistió. Debo admitir que me gustó mucho cuando la vi, y su padre y el mío eran muy amigos, así que ella se convirtió en algo así como mi prometida, pero nada se hizo oficial.
— ¡¿Te ibas a casar!? —grité sorprendida y enojada.
—Así es, si no me hubieran llamado para ir a la guerra, me hubiera casado con ella, hubiera tenido hijos, hubiera muerto, y no hubiera conocido a la mujer más perfecta de este mundo. —Dijo dulcemente, rozando su dedo índice con mis labios.
—Ya, ya, me voy a volver color carmesí. —le dije, a lo que él rió.

lunes, 10 de septiembre de 2012


Libro Abierto

Capítulo 26


— ¿Vas a hablar? ¿O piensas mirarme toda la noche con cara de tonto? —le dije de mala gana, a lo que él sonrió de costado. Es raro, otro me hubiera mirado mal, mínimamente.
— ¿Qué crees que soy? —indagó, mirándome con los ojos centellantes, tan oscuros como la noche, tan profundos como el mar, y tan perfectos como su persona.
— ¿Un vampiro? —al decir eso, comenzó a reír, a lo que yo lo miré mal.
— ¿Un vampiro? Así con capa y dientes... Jajaja... —comenzó a decir y finalizó la oración riendo.
—Bueno si no eres un vampiro, ¿qué eres? —inquirí, a lo que él se puso serio.
—No soy una buena persona, Romance...
— ¿Qué haces tan malo? —inquirí, a lo que él bajó la vista.
—Matar.
Me quedé en silencio, no sabía que decir. Harry, el ser más perfecto del mundo, de mi mundo ¿un... asesino? La cabeza me daba vueltas, y el dolor se apoderó de mi pecho.
—Te lo he dicho, te he dicho que me odiarías al saber la verdad.
—No es verdad, no te odio. —y era verdad, estaba decilusionada, y me dolía que acabara con la vida de personas, pero no lo odiaba. Eso nunca pasaría.
— ¿Aunque he matado, a lo largo de toda mi vida, a más de docientas mil personas? —me quedé callada, era un número bastante elevado.
—No me interesa, Harry. —le dije, a lo que me paré del sillón y me acerqué a donde el se encontraba, recostado sobre una columna. Donde estaba sentado, apoyando la pared contra esta. —No es que me gusta el hecho de que mates gente, pero eso... No va a cambiar lo que siento o pienso de ti.
El interpelado me sonrió, y me tomó de la mano.
—He mentido, he robado, he codiciado, he sentido gula, he matado, no respeto ninguna religión, también he envidiado, y he roto cada uno de los mandamientos primordiales de todas las religiones, y los siete pecados capitales, impulsados por ustedes, los humanos.
—No me importa, yo te quiero a ti... Sin importar que hallas hecho antes.
—Romance... —lo interrumpí.
—Por favor, Harry. Si te tuviera miedo, si te odiera o algo por el estilo, no estarías acá, y yo menos. Así que, por favor, confía en mí y cuéntame la verdad. —Le pedí, apretando su mano.
—Vivía en Varsalles... Nací el día 2 de diciembre de 1782. —Se detubo, para mi reacción. No podía creer lo que me estaba diciendo. —Tengo 227 años, y mis padres y hermanos unos años más o menos que yo.
—En 1789 llamaron a todos los hombres de las casas para ir a una batalla que se desataba en el Mar Rojo, íbamos a conquistar Egipto, con muchos educadores, científicos y médicos, para llegar al territorio. Pero como ese país también lo quería Inglaterra, la flota francesa tuvo que enfrentarse con la Inglesa. Estábamos comandados por el comandante Horacio Nelson, pero claro, la cabeza de todo aquello era Napoleón Bonaparte... que seguramente lo conoces.
Yo solamente sentí, sin poder decir nada.
—Bueno, como decía. El número de los ingleses, superaban en creces al nuestro, pero como teníamos órdenes directas de llegar y conquistar el territorio Egipcio, nos enfrentamos.
—Reino Unido ganó, siendo la pérdida mucho mayor para nosotros que para ellos. Perdí 1.700 hombres, sin contar a los 3.000 prisioneros que llevábamos. La batalla comenzó a principios del día 1 de agosto, hasta la madrugada del día 2 de agosto. Yo, me hallaba con mi padre y mis hermanos, Lander y Marlon, en la nave: Hercule. No recuerdo muy bien lo que sucedió, solo recuerdo el sonido de los cañones, los gritos de la gente que se encontraba sobre los barcos y el ruido del agua chocando contra el navío. Y sobre todo el fuego, el fuego era aquel que predominaba sobre aquel paisaje.
— ¿Y qué pasó luego? —pregunté con la boca seca, mirándolo a los ojos.
—Luego, la nave se hundió, ya que recivimos un  impacto demasiado fuerte de parte de Gan Bretaña, a lo que el barco se hundió. Y yo me sumergí en la inconciencia. Cuando desperté, no podía creer que me encontraba vivo, era un milagro; sin contar que no recordaba que había salido del agua en ningún momento.
 Separó su mano de sus piernas, y la acercó a mi rostro, acariciando este levemente.
—Me hallaba en Egipto, me di cuenta luego de un tiempo, cuando lo único que se encontraba a mi alrededor era arena. Estaba a las orillas de río Nilo, sin nadie cerca. Hasta que vi a una mujer, una mujer vestida completamente de blanco, ella se encontraba sumergida hasta la cintura en el río, y cuando me acerqué más, pude ver que estaba con un hombre: Lander. Estaba recostado sobre el agua hirviendo. La mujer elevó sobre su cabeza un cuchillo y antes de que yo pudiera decir algo, se lo clavó a mi hermano, y la sangre comenzó a derramarse sobre las aguas.
— ¿Pero... ? —me quedé callada. Lander estaba... vivo después de todo eso.
—Él está bien, tranquila.—me tranquilizó el muchacho, acariciando mi mejilla. —La mujer se dió vuelta, y vi a mi madre, que arrastraba a mi hermano muerto hasta la orilla. Ella me vio, pero no me tomó ningún tipo de importancia, siguió con lo que estaba haciendo.
>>Ella tomó al muchacho, y con su mano, apretaba su estómago, de donde salía una cantidad de sangre impresioanante, y con su mano, bañaba del líquido rojo y comenzó a pintar un círculo alrededor de Lander.
>>Yo no entendía que estaba haciendo, el miedo que tenía en ese momento, fue peor que cuando estuve en la batalla.  Cuando terminó de hacer el círculo, dejaba, sin ningún tipo de orden, pétalos negros sobre el cuerpo del difunto. Y cuando terminó aquello, tomó el mismo cuchillo con que lo había matado e hizo un corte en su brazo derecho, de donde salía sangre. Ella, colocó su boca sobre la herida y comenzó a beber el líquido rojo. Luego, con su boca, pasaba la sangre de su boca a un recipiente, que cuando estuvo un poco lleno, lo dejó en los pies del rubio.  Y Colette, comenzó a decir cosas sin sentido, la misma frase, una y otra vez.
Estaba horrorizada por todo lo que decía Harry, ¿cómo Colette, tan dulce como es, pudo hacerle algo tan horrorozo a su hijo?
—Luego de cinco minutos, de pensar más de mil veces en matar a mi madre por haber matado a mi hermano, Lander se levantó de sopetón del piso, y comenzó a respirar gitadamente, como si le hubiera faltado el aire. Mi madre, se arrodilló frente a él, y lo abrazó y le dijo: "eres el último, Lander, están todos bien y para siempre."
— ¿Tu padre y tus hermanos? —indagué sin comprender que parte de la historia me perdí.
—Te contaba, ella ayudó a levantarse del suelo a mi hermano y ambos se acercaron a mi, haciéndome una seña de que los siguiera. Con temor, así lo hice. Luego de caminar, por alrededor de una hora, llegamos a una casa. Era pequeña, pero se veía estable. Allí, cuando Colette abrió la puerta, se encontraba mi familia en un especie de living.
—¡Están todos bien!— gritó mi hermano, abrazando a Lander y luego a mi efucivamente.
—Así es, están perfectemente. —le contestó a su hijo.
—Ahora hay que repetir la historia una vez más... —anunció Louis, sentándose en el sofá del lugar.

sábado, 8 de septiembre de 2012


Libro Abierto

Capítulo 25

Luego de nuestra pequeña conversación, el muchacho besó mi mejilla y se alejó, y por ende, yo también lo hice, para ir hasta mi clase de Español.
El día fue totalemente normal, sacando que mi amigo dijo que estaba enamorado de mi, que su ex novia me detestaba, que me pusieron un uno en anatomía, de que el docente me haya echado del salón, a... y sin contar que Harry me sigue a sol y a sombra, y que, particularmente, no se encuentra en la escuela. No, no, luego de eso, todo fue normal.
Hoy Román se iba a dormir a casa de un amiguito, mi mamá me dijo que yo me volviera,  que a él lo llevaría la madre del otro niño. Así que sola, me fui caminando las doce cuadras que quedan del colegio a mi casa. Llegué al departamento, y me encontré con una nota de mi madre que decía: "Romance, me fui a mi trabajo y de allí a una cena de la empresa. No me esperes a cenar, te ama; mamá."
Perfecto, pensé, la casa para mi sola. Con algo de cansancio, me fui a mi cuarto y me comencé sacándome los tortuosos zapatos, para luego quitarme el nudo de la corbata y empezar a desabotonar la camisa, hasta que mi puerta sonó, con dos sonoros golpes sordos en la madera. Con un temor indescriptible, me dirigí a ella, ya que supuestamente no había nadie en la casa, y me encontré con un muchacho.
Un muchacho, de alrededor de diecisiete o dieciocho años, se encontraba parado allí, su cabello era de color chocolate y sus ojos negros como la noche. Su cuerpo era de una cimetría perfecta, la ropa se le pegaba al cuerpo, dejando ver cuan marcado estaba este. Lucía una ropa algo desarreglada y desfachatada, pero cuando lo observabas a él, ese pequeño detalle desaparecía.
—Así que tú, eres la famosa Romance. —dijo el chico sonriendo, dejando ver unos centellantes dientes.
—Ajam... —dije yo con temor, el miedo se apoderó de mi, y la sangre comenzaba a circular por mis venas.
—Tranquila preciosa, no pienso lastimarte.
— ¿Quién... quién eres? —pregunté temerosa.
—Me llamo Mateo, un gran amigo de Harry.—comentó el chico, mientras tomaba mi mano derecha.—Es un placer conocerte Romance, todos en Francia comentan de ti, o mejor dicho, toda Europa.
— ¿Cómo? ¿Por qué? —indagué sin comprender como un continente podría estar hablando de mi, si no soy ningua celebridad ni nada.
—Porque eres muy extraña, no me malentiendas, no es algo malo, todo lo contrario, es facinante...
—Sigo sin entender, Mateo.
—Bueno... es algo extraño que humanos se mezclen con nosotros, sin que sean para sacrificio o alimento.—al decir eso, la sangre se me congeló. "ahora lo dices por que no lo sabes, pero te lo afirmó, tendrás pánico", esas fueron las palabras de Liam, y se hicieron realidad.
—Pero ya veo el porque no te ah matado... —siguió hablando, mientras se acercaba a mi, y me tomaba del cuello delicadamente. —eres demasiado hermosa, yo tampoco te hubiera matado pero... tu sangre es muy tentadora.
Sangre.
¿Es un vampiro? ¿Harry es un vampiro? ¿Los Styles son vampiros? ¿Y Liam?
Antes de que Mateo se pueda seguir acercando a mi, escuché el romper de un cristal, y segundos después, me encontraba envuelta en los brazos de Harry, quien miraba asesinamente a el invitado.
— ¿Mateo, qué haces aquí? —inquirió fríamente Harry, mientras me apretaba mucho más a su cuerpo.
—Sólo pasaba por la ciudad, y viene a conocer a la famosa humana... Muy hermosa por cierto, sacada de una novela romántica, como su nombre lo dice.
—Listo, ya la viste, ahora vete. —le contestó el muchacho, con los dientes apretados.
—Tranquilo Harry, no me voy a comer a tu princesa.
—Vete de aquí, ahora. —dijo en un tono tan frío y distante, de una manera tan ruda, que la piel se me congeló. Y como el chico que me tenía en sus brazos, se dio cuenta de ello, me atrajo más a él, y beso mi coronilla.
—De acuerdo, pero parece que Romance, no sabe todo... Que feo Harry, tendrías que consultarle antes de la ceremonia de transformación.
—Ella no se va a transformar, te lo aseguro.
— ¿Vas a vivir con una humana? ¡Eso sí pagaría por verlo! —musitó divertido.
—Vete. —volvió a repetir, con los ojos hechos fuego.
—De acuerdo, Harry. —musitó, rosando su mano derecha en mi mejilla, pero antes de que pueda tocar un centímetro más de mi piel, Harry lo tomó del brazo y lo arrojó contra el sillón del living.
—No superes mi autocontrol, Mateo... Ni siquiera pienses en tocarla.
Sin decir más, Mateo, le ruguió... Un minuto, ¿rugir? ¿qué es un animal? Pero antes de preguntar que demonios había hecho, el muchacho se había escabullido por la ventana, sin dejar rastros de su presencia. Luego, Harry se quedó mirando la ventana, por alrededor de uno o dos minutos, y voltió a verme.
No se como debió de estar mi rostro, pero estoy segura que no le habrá gustado en absoluto, ya que su semblante demostró disgusto.
—No te vas a escapar más, Harry.—le dije fríamente, sentándome en el sofá, donde anteriormente el arrojó con una fuerza impresionante a Mateo.—quiero que me digas que es lo que ocultas, que me digas que eres, que haces y todo en lo que me has mentido por meses.
—Romance yo...
—No, Harry,—lo interrumpí—confía un poco en mí, dame eso aunque sea, tu confianza. Yo prometo no decir nada a nadie.
—Mira, el problema no es que se lo digas a alguien, ya que si a tu madre le dices algo, lo primero que va a hacer es llevarte a un psiquiátrico, el problema es... —y se calló.
— ¿Cuál?—indagué para infundirle valor, con una sonrisa.
—Tu no te das cuenta, no eres capaz de ver todo lo que siento por ti, pero eres más importante, lo más importante que he tenido jamás, y no quiero perderte por lo que soy.
—No me perderás... —dije emocionada, por serme aunque sea sincero, con respecto a sus sentimientos hacia mi.
—Romance, soy el monstruo de tus pesadillas. —dijo el muchacho, lo que yo jamás creería, él era un ángel, el más glorioso y perfecto que jamás pudo haber existido.
—No me importa. —dije, segura de lo que decía.
— Eso lo dices ahora... Cuando crees que eres valiente.
—Pruébame.
—De acuerdo, voy a contarte todo.

miércoles, 5 de septiembre de 2012



Libro Abierto

Capítulo 24


—Hola linda... —musitó una voz dulce, pero a la vez lastimosa.
— ¿Qué quieres? —dije, de mal modo, parándome del asiento y mirándolo despectivamente.
—Por favor, Romance, no seas tan dura conmigo... —pidió mientras, se acercaba más a la mesa.
— ¿Dura? —susurré con ironía—. ¡Casi matas a Harry! ¡¿Estás demente?! —grité, mientras la rabia se apoderaba de mi ser, y los recuerdos dolorosos volvian a mi.
—En primera no me grites, y como me doy cuenta tu príncipe azul no es tan sincero contigo... —dijo con desgana, mirándome fríamente.
— ¿Sincero? ¿de qué hablas?
—De qué el no te cuenta el por qué de mi reaccionar, y qué por ley, él es el que debe contarte la verdad... yo... no puedo... —dijo violentamente, pero al finalizar la oración, hablaba entrecortado.
— ¿Por ley? ¿de qué diablos estas hablando?—indagué sin comprender palabra de lo que decía.
—Que te lo cuente tu Romeo...
—Basta, dime ¿qué le has hecho? ¿cómo lo has lastimado así? —indagué mirandolo a los ojos.
—Él te lo contará todo, va... si es que de verdad te quiere como él dice.
—Casi lo matas... —susurré, para que él se diera cuenta de que le estaba por quitarle la vida a alguien.
—No sería la primera vez que muere...
Luego de decir eso, el interpelado salió del patio de recreo, mientras mi cabeza daba vueltas, tratando de que las mil hipótesis que tenía en la cabeza, concordaran con el hilo de la conversación que tuve con Liam. ¿Qué quizo decir con eso de, "No sería la primera vez que muere"? Este chico está completamente loco, una persona no puede morir más de una vez, ¿no? ¡No!, claro que no.
Ya habían pasado las dos horas de un interminable aburrimiento, sinceramente detesto al profesor de anatomía, y lo peor, es que esto se va a repetir los próximos lunes. Pero, nada podía opacar la felicidad que en este momento sentía, cuando mi celular sonó, ya que tenía un mensaje de texto, y en el decía: "Así que soy tu Romeo... según algunos, bueno mi Julieta, te pido por favor que en la próxima hora de Español, no te hechen del salón".
Fui tan feliz, ya que el me llamo SU Julieta, pero lo que me dio un poco de miedo fue... ¿cómo sabía que Liam le había dicho que él era mi Romeo? ¿y él como sabía que el profesor me había echado del salón?
A pesar de que en estos momentos estaba muy feliz por su mensaje, otra vez vinieron a mi, las preguntas sin responder, aquellas que llegan a un callejon sin salida, y nisiquiera un intelectual podría contestarlas.
No me llamen tonta, ¿de acuerdo? Ya sé que esto a Harry no se lo puedo preguntar, porque me va a saltar con cualquier cosa, me dice tres cositas bonitas, ¿y yo qué hago? Me pierdo en su voz, en su olor, en sus ojos y la verdad... Así no va. A su familia menos, si él tiene un secreto, y su familia lo sabe, jamás me lo dirían a mí.
Liam. Según él hay una "ley" que, aunque él quisiese, no puede decirme lo que pasa con Harry, porque él mismo es quien debe decirme todo.
—Córrete, estúpida.—me dijo, una muchacha delgada y cabello rubio.
—En primera, háblame bien, no sé quien te crees tú. —le contesté, del mismo modo que ella.
— ¿Y porqué tendría que hacerlo? —dijo desafiante, mientras yo estaba llendo a mi clase de Español, la tonta esta me interrumpe.
—Porque que yo sepa, acá no viene nadie de la realeza, y si no me equivoco, sangre azul no tienes, así que... Háblame bien. —le respondí, mirándola fijamente, mientras sus ojos verdes estaban que salían de sus cuencas.
—Mira pueblerina... —la interrumpí.
— ¿Pueblerina? Mira niña, a mi ciudad vienen de todo el mundo, así que cállate.
—Claro, y tu en donde trabajabas, ¿en un cabaret? —indagó con malicia, y a mi la sangre se me estaba hiriviendo por debajo de la piel.
—Sabes qué, yo te aseguro, que yo tengo lo suficiente como para que me llamen, lo suficiente de todos lados—anuncié tocando con mis manos desde mi busto a mi cadera.— pero claro, a ti no te llamarían ni para limpiar los pisos... Asustarías a los clientes. Sin contar que eres chata como una tabla de planchar, chata de todos lados.—no me di cuenta, de que nuestra pequeña disputa era tan vista, hasta que concluí lo que le dije, y se escucharon resonar en todo el pasillo, las risas de los estudiantes.
—Mira niña...
—Basta, Elizabeth, deja tranquila a Romance. —le dijo Liam, quien me tomaba de la cintura y me alejaba de ella.
— ¿Así que por ella? ¡Eres un estúpido Liam Payne! —le gritó la rubia, hecha fuego.
—Cortala, estas montando un espectáculo.
—¡Cállate! ¡No puedo creer de que sea ella por la que me dejaste! —gritó nuevamente, para lugo, seguida de sus dos esclavas personales, saliera del pasillo caminando rápidamente mientras sus tacos golpeaban el suelo.
—¡No hay nada que ver! —anunció Liam, mientras mataba con la mirada a casi todo el público presente. Los alumnos, con algo de temor, salieron de los pasillos e ingresaron cada uno a sus respectivos salones.
— ¿Cambiarla? ¿por mí? —indagué sin comprender lo que Elizabeth había dicho.
—No le hagas caso, Romance, está demente.
—Claro que le hago caso, me detesta y no tengo idea el porque.
—Ella sabe que estoy enamorado de ti, y la deje a ella por ti. —contestó, relajado y tranquilo,  como si le hubiera preguntado del clima.
— ¿Enamorado? —inquirí, resaltando lo más importante de aquella oración.
—Claro, por qué crees que odio, además de las razones convencionales, tanto a Harry.
—Él y yo... —empecé a decir pero el muchacho me interrumpió.
—No se si Harry te ama o no, eso no lo puedo saber, pero sé que le importas y mucho, y que a ti también te gusta...
— ¿Por qué lo dices tan relajado?
—Porque sé que cuando él se atreva a decirte lo que hace y es, vas a salir corriendo de su lado.
—No va a ser así, te lo aseguro.
—Ahora lo dices porque no lo sabes, pero te lo afirmo, tendrás pánico.

lunes, 3 de septiembre de 2012


Libro Abierto

Capítulo 23

Anatomía, que materia tan inutil para la vida, dios mío. Pero como a los dieciséis años no puedo decidir que hacer, fui a regañadientes al salón 112. Allí, me encontré con Christina quien besó mi mejilla y comenzó a relatarme todo lo que había hecho el fin de semana, yo como si nada, asentía y la escuchaba, y obviamente, hablaba cuando era el momento adecuado, diciendo: "que bueno", "super divertido" "¿en serio?" y así. Pero luego, me preguntó que había hecho yo, pero simplemente le contesté: estudiando. Gracias a dios, llegó el profesor, quien me sacó del martirio de contarle cosas a Christina, quien era muy amable, pero a la vez muy chusma.
Me senté en el anteúltimo asiento de la clase, y me puse a pensar en todo lo que había hecho este fin de semana.
El sábado, que fue cuando me pasé toda la tarde en la casa de Harry, mi madre conciguió mágicamente el teléfono de su morada, y llamó a Colette, quien le dijo que yo estaba perfectamente bien, y que su hijo estaba convaleciente, por lo que mi madre no pensó "cosas malas", sobre él y yo.
Como me volví a quedar dormida, Harry habló con mi madre y le pidió si me podía quedar a dormir allí, y por lo que sé, ella acepto.
—Buenos días.—dijo Marlon, sonriéndome dulcemente, para luego fijarme en la bandeja de desayuno que llevaba en las manos.
—Emm... Hola, ¿cómo estas? —le pregunté, mientras me sentaba en la cama y me restregaba los ojos.
—Bien, y ¿tú? —indagó, colocando la bandeja sobre los pies de la cama y para luego, sonreírme dulcemente.
—Bien, y em... ¿qué hago acá? —inquirí, sentándome por completo, para luego morder la tostada que se hallaba en el plato, y luego un sorbo del jugo de naranja.
—Te quedaste dormida en la silla del escritorio, junto a la cama de Harry, entonces yo te traje aquí, ya que las habitaciones de huéspedes no estaban preparadas.
— ¿Y tú donde dormiste?—pregunté con temor.
—Aquí.
— ¡Aquí! —grité horrorizada, a lo que él rió abiertamente.
—Tranquila, Ro. Dormí aquí, en el sillón—Dijo, señalando el sofá de color azul, que se encontraba contra la ventana—.
Luego de eso, me levanté, besé su mejilla y me encaminé por el pasillo, y en ese momento me encontré con Louis.
—Hola Lou, ¿cómo estas?
—Perfectamente bien. —dijo el, tomándome de la mano y dirigiéndome a un cuarto. Allí pude ver que era el cuarto de una mujer, ya que el color rosa predominaba en el lugar, el chico, me volvió a tironear de la mano, dejándome frente a dos puertas de su dormitorio, que al abrirlas, allí dentro se encontraba el armario.
El me ingresó al lugar, que era mucho más grande que mi propio cuarto, y empezó a buscar ropa. Agarró un vestido con tiritas de color rojo oscuro, unos zapatos negros de tacón, una camperita cortita que no llegaba ni a la mitad de la espalda, un bolso de color negro igual que todos los accesorios y después, me dijo: "ve allí", y volvió a empujarme hacia un... ¿provador? bueno, eso era lo que parecía.
Me coloqué la ropa, ya que el muchacho, cuando vio que traté de salir me dijo: "si no te pones lo que acabo de darte, vas a pasear desnuda por toda la casa". Así que, como me asustó su amenaza, me coloqué la ropa.
—Estas preciosa, Romance. —me halagó el castaño. —Si que tengo buen gusto... Y cuando mi hermano te vea, me va a deber unas cuantas. —comentó, más para si mismo que para mi. —mientras me colocaba en una silla, y agarraba un cepillo y comenzaba a peinar mi cabello, con una pinza de peinar, hacia bucles en mi cabello y cuando terminó de arreglar este, se dedicó a maquillarme. Probaba distintos tonos de sombra, para luego decidirse por el primero que había tomado.
— ¿Cómo sabes de moda? ¿Maquillaje? ¿Peluquería?
—Hice un curso en París, hará dos años. Y gané como mejor estilista. Lo sé, soy bueno en deportes, en estudio, moda... Soy perfecto. A que te estás arrepintiendo de haber elegido a Harry.
—Oh, cierra la boca. —le dije yo, mientras me reía de la mirada que el puso en el espejo.
Pasaron al rededor de dos horas, cuando dijo: "listo, estas sexy". Y se corrió, dejándome verme a mi misma en el espejo. Debo admitir que verdaderamente no me reconocí, la que se reflejaba en el espejo no era yo, era una versión mucho más, hermosa, modificada de mi misma.
—Vamos, Ro... están todos abajo.
—Louis, me gusta, pero yo no pienso salir así a la calle, así que quítame todo esto, por favor.
—Claro que no, me tomó mucho tiempo y dedicación, sumándole que estas hermosa. Juro que si Harry no fuera mi hermano, las cosas que te haría.—me dijo, frunciendo el ceño, y retándome con la mirada, mientras levantaba sus cejas, haciéndome poner roja como un tomate—. Así que mueve tu trasero, y baja la escalera, ¡Ahora!
Sin decir más, bajé la escalera para no aguantarlo, ya que se estaba poniendo un tanto pesado. Al llegar al último escalón, sentí el brazo de Louis, quien me arrastró, prácticamente al living, donde estaba toda la familia reunida, hasta el herido, quien se encontraba sentado en la silla, tratando de comer, pero el dolor de su cuerpo lo inmovilizaba un poco.
—Romance, vaya estas... Hermosa. —me  halagó Harry, quien se acercaba a mí, y cuando estuvo lo suficientemente cerca, me tomó de la mano y besó mi mejilla.
—Gracias. —dije, con la sangre acumulándose en mis mejillas.
—Es verdad, estas perfecta. —dijo, la resonante voz de Marlon, lo que provocó que mi rostro se vuelva combinable con mi vestido.
—Hola, señores Styles. —dije, saludando a Colette y al padre de Harry: Travis.
—Hola, Romance, es verdad, te encuentras muy bonita. —concordó el padre de familia, a lo que yo sonreí tímidamente.
—Hola, soy Romance, ¿ustedes son...? —me presenté frente a dos niñas de seis o siete años, que eran prácticamente iguales. Ellas me sonrieron y hablaron.
—Yo soy Anette, tengo seis años, y soy mucho más grande que ella.
—Yo soy Lisette, y solamente tenemos nueve minutos de diferencia Anette, no te hagas la grande.—le dijo la pequeña, vestida con un vestidito rosa pastel y zapatos de charol.
—Sea como sea, soy más grande que tú.—le dijo la otra niña, vestida con un vestidito de color rojo claro, los mismos zapatos que Lisette. Ella estaba peinada con dos trenzas, mientras que su hermana con dos colitas.
—Un gusto Anette—dije, besando su mejilla—. Un placer Lisette. —también besando la mejilla de la niñita.
—Un placer señorita Romance—. anunciaron las dos educadamente y a coro.
—Diganme Romance o Ro, como gusten.
—De acuerdo Ro, eres linda...—musitó Lisette.—Se nota que Harry tiene buen gusto.
Después de decir aquello, Anette corrió a la pequeña por toda la casa, dejándome a mi con la cabeza dando vueltas como una calesita.
—Señorita Romero, ¿me puede contestar lo que le acabo de preguntar? —musitó de mala gana el profesor, a lo que yo volví al planeta tierra, dejando mi hermoso día atrás.
—Emm... disculpe profesor, no lo escuché. —le respondí con las mejillas encendidas.
—Un 1, señorita Romance Romero, salga de la clase por favor.
Con un humor de perros, junté mis cosas y salí dando un portazo. No volvería a asistir a esa clase, aunque la tendría que rendir en el verano.
Como todavía quedaba más o menos, una hora de clase, me fui hacia el jardín y me senté en una de las mesas. Saqué mi cuaderno de dibujo, y comencé a dibujar algo sin mucho sentido, una luna alumbrando un libro, y, ya que la luz no le daba, oscureciendo el bosque en el que se encontraba.