Blinking Cute Box Panda

martes, 11 de septiembre de 2012



Libro Abierto
Capítulo 27

— ¿Y cuál es la historia que te contó Louis? —le pregunté, mientras acomodaba mi cabeza, debajo de su cuello y él pasaba su brazo por al rededor de mi cintura.
—Lo que somos, eso fue lo que me contó. Ya te dije lo que hizo mi madre, cómo nos salvó la vida a todos... Un ritual, eso fue lo que hizo.
— ¿Qué clase de ritual? —indagué, levantando mi vista para ver su perfecto semblante.
—El ritual de la vida eterna, eso fue lo que ella hizo, por eso gozo de tan buena salud. Soy inmortal, al igual que toda mi familia, pero si alguien me dispara o me caigo de un séptimo piso, moriré como cualquier humano.
—¿Qué son? Porque los únicos que hacen rituales así son...
—Brujos, hechiceros, magos, wiccas, hay muchos sinónimos.
—Eso quiere decir que eres un hechicero, así tipo Harry Potter, con varita mágica y capa, y me muero... ¡Vas a la escuela Howarts de Magia y hechicería!
—Algo así, pero sin varita, sin escuela de magia, ni la sexy Emma Watson de compañera de clase. —musitó, meneando la cabeza.
— ¿Qué te pasa? ¿Cómo "sexy Emma Watson"? —inquirí enojada.
—Claro que no Romance, ya te tengo a ti, no necesito a nadie más. —musitó con ternura. —Antes de que tus celos atacaran, te espaba diciendo... Nuestra creencia se basa prácticamente en darle ofrendas a nuestros dioses...
—¿Tipo el diablo? —le pregunté con temor.
—No, no, nada de eso. Nosotros le damos ofrendas a nuestros dioses. Los que, mayormente adoramos, son el dios del Sol, la diosa de la Luna, la diosa de la Tierra, el dios del Agua, entre otros.
—¿Entonces no hacen ritos demoníacos y esas cosas?—inquirí, mientras el me apretaba más a su cuerpo.
—Mi familia y yo no, pero muchos de los nuestros si lo hacen.
— ¿Y me puedes contar el por qué mataste a tanta gente? —le pregunté, mientras observaba su semblante triste.
—No maté solamente, Romance, yo... Sigo mantando personas, yo fui, soy y voy a seguir siendo un asesino. —el me observó para ver mi reacción, pero se desconcertó ya que mi rostro seguía igual que antes.
— ¿Por qué lo haces? —inquirí, con dolor en la voz.
—No quiero que te enojes, solamente yo... —lo interrumpí.
—Contéstame, Harry... —pedí exigente, pero con el corazón hecho un puño.
—Tú me has preguntado si hacemos ritos diabólicos, y no es así, pero nuestra especie proviene, según las leyendas, de creaciones malignas del diablo. Nosotros practicamos magia blanca, pero hay algo que no podemos negar a nuestra especie que es la sangre humana...
— ¿Cómo sería eso? —inquirí sin comprender.
—Para vivir, para seguir exactamente igual que siempre, necesitamos de la sangre humana. Aunque nuestros rituales sean blancos, hay veces que es necesario hacer sacrificios humanos o de animales a... Nuestros dioses.
— ¿Matas por tus dioses? ¡Eso es una barvarie!—grité indignada y separándome de el. Pero fue inútil, ya que Harry me tomó firmemente de la cintura, sin que yo me pueda alejar de el ni un centímetro.
—En muchísimas religiones matan humanos y animales por sus dioses, Romance. es una creencia... —lo paré.
—Eso no es creencia, es asesinato.
—Tómalo como quieras, ya te he dicho lo que soy... Bebo sangre humana para vivir. Y m alimento de la vitalidad de la víctima, al tomar su vida, tomo sus años que le quedaban por vivir. Eso nos mantiene con vida, Romance.
—Si tú no bebes sangre humana y no matas... ¿Mueres? —indagué con temor.
—Así es, he tratado suplantarla con sangre de animales y sacrificios de los mismo, y funciona. He vivido cinco meses con eso, y vivo, mi aspecto no cambia, no envejezco, pero... Los animales no me dan vitalidad, no me da vida, parece que estoy enfermo. En cambio con la humana, no es así.
>>Se que tú crees que soy un psicópata enfermo, pero... Es algo necesario para vivir, y para obtener todo lo que tengo...
— ¿A qué te refieres? —le pregunté, sin comprender.
—Le debo mi vida a los dioses, ellos son los que me han hecho quedar aquí y que Azrael no me haya llevado consigo al infierno.—me dijo, con sus penetrantes ojos cautivandome. —no me odies, por favor.
Me quedé callada durante diez minutos mas o menos, y sin decir nada, me separé de su lado, mientras él se negaba a soltarme. Pero con una mirada le pedí que lo hiciera, y él accedió. Me arrodillé frente a él, y con los ojos cristalizados le dije:
—No me importa lo que eres, lo que hagas, o cualquier otra cosa.
—Gracias, Romance. —me dijo para luego posar sus labios fríos sobre los míos. Me quedé allí, sin moverme un centímetro de donde me encontraba. Mientras su boca se movía en un ritmo tranquilo y romántico, algo totalmente distito, él era distinto. Era único.
Luego de separarnos, nos quedamos allí, apoyados contra la columna, sentados en el pasillo de mi casa, en un silencio sepulcral. Así que me decidí a cortar el silencio y dije:
—Hablemos, ya que te picó el bicho de la sinceridad. —él rió y besó mi mano derecha. —Cuéntame... en todos tus muchísimos años de vida... Tú... ehmmm, has... ¿tenido novia? —indagué a lo que me puse roja como un tomate, y él río a carcajadas.
—Bueno, ya... No te burles de mí.
—No he tenido novia, Ro... —dijo, a lo que se quedó pensativo y volvió a hablar. —Margareth, era su nombre, ella es la única mujer con la que "tuve" algo, pero ni eso... Ella y yo nos conocimos en una fuiesta que organizó la Reina María Josefa de Saboya, a la que Margareth asistió. Debo admitir que me gustó mucho cuando la vi, y su padre y el mío eran muy amigos, así que ella se convirtió en algo así como mi prometida, pero nada se hizo oficial.
— ¡¿Te ibas a casar!? —grité sorprendida y enojada.
—Así es, si no me hubieran llamado para ir a la guerra, me hubiera casado con ella, hubiera tenido hijos, hubiera muerto, y no hubiera conocido a la mujer más perfecta de este mundo. —Dijo dulcemente, rozando su dedo índice con mis labios.
—Ya, ya, me voy a volver color carmesí. —le dije, a lo que él rió.

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