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miércoles, 9 de enero de 2013

Dramma Queen - Capitulo 7


Dramma Queen

Capitulo 7

—¡Ahhhhhhhhh! ¡Auxilio!
— ¿Qué? ¡¿Qué pasó?! —preguntó el chico, levantándose de su sueño, mientras miraba desconcertado para todos lados, sin ver en realidad.
— ¡Un violador! ¡Ayuda! ¡Un pervertido! —gritó la joven, parada sobre la cama.
— ¿Qué? ¿De qué hablas?
— ¡Tú! ¡Pervertido Psicópata!
— ¿Qué?
— ¡Ayuda! ¡Alguien por favor!
—Deja de gritar. —le pidió Harry, tratando de tomarla del brazo para que se sentara en la cama.
—No me toques, psicópata.
—Escúchame, no soy un violador, ni psicópata... Solo te traje aquí.
—Para abusar de mi. ¡Pervertido!
—No, no lo soy. Si lo fuera... ¿Trataría de explicarle lo que sucedió?
—Claro... Para pervertirme. Eso es lo que los pervertidos hacer, pervierten.
— ¿Qué? ¡claro que no!
—No te me acerques, ¡Cerdo!
— ¿Me dijiste cerdo?
—Así es... ¡Grandísimo cerdo! ¡Cochino pervertido!
—Deja de llamarme así y escúchame.
—No quiero, quiero salir de acá. ¡Ayuda!
— ¿Pasa algo, Majestad?
—Milfroyd, ayúdame, por favor.
—Buenas noches señorita, ¿se encuentra bien?
— ¿Otro más? ¡Otro pervertido!
— ¡Deja de decir tonterías, niña! ¡Siéntate! —le ordenó el príncipe, sentándola brunscamente a la chica en la cama. —Te choqué con mi auto en la calle, fue un accidente, y acabo de llegar al país hace unas horas, no tengo idea los números de emergencia, y como estabas inconciente te traje a mi habitación de hotel para que un médico te atendiera. Vino, te curó y esa es la historia.
— ¿Por qué estoy desnuda? ¡Eh!
—Bueno, es que, estabas sucia... Y tus heridas también, así que, traté de cambiarte y quitarte los rastros de polvo. ¡Juro que no vi nada!
—No te creo nada...
—Te lo juro, si me crees o no... Cosa tuya, niña mal agradecida.
—Tu me chocas, y... ¿Yo soy la mal agradecida?
—Lo siento, no quería lastimarte.
—Dame mi ropa, tengo que irme a mi casa.
— ¿Dónde vives? Yo puedo llevarte.
— ¿Y dejarte saber donde vivo? Cerdo pervertido.
— ¡Deja de llamarme así!
— ¡¿Dónde está mi ropa?!
— Aquí esta, señorita. —musitó el empleado, entregándole una bolsa a la chica.
—Gracias. Ahora... Vete, déjame cambiarme.
—Pero...
— ¿Qué? ¡¿Me quieres ver de nuevo desnuda cochino?!
— ¡Claro que no! ¡Tampoco hay mucho que ver!
— Cállate, cerdo pervertido. —le gritó la chica, mientras Harry se giraba y salía de su habitación para dejarla sola y que se cambiara.
— ¡Niña loca! ¡Complétamente loca! —gritó golpeando la puerta.
Luego de unos minutos, la muchacha de cabellera castaña salió de la habitación con su ropa puesta, y caminando hacia la salida de la Suite.
— Espera... Yo te llevo.
—No te me acerques, Cochino. No te quiero cerca.
—Te dije que no soy ningún violador ni nada por el estilo. Además, son las once de la noche, es tarde para que una chica esté sola por las calles.
— ¿Cuál es la diferencia de encontrarse con un psicópata he ir con uno?
— ¡Qué no soy un pervertido!
— ¡Eso es lo que los pervertidos dicen! —volvió a gritarle la chica, saliendo rápidamente de la Suite, y llendo hacia la planta baja del Hotel Hilton. Allí, caminó hacia la universidad, ya que estaba muy cerca de allí, y tomó el colectivo que la dejó a dos cuadras de Retiro.
Caminó las dos despobladas calles a la oscuridad de la noche, mientras gente de la calle, y mujeres acostumbradas a ese tipo de horario se encontraban deambulando. Ella, incrementó más el paso, y tomó su bolso en sus manos con todas sus fuerzas.
— ¡Bonita! ¿Por qué tan apurada? —preguntó un chico, de unos veinte años.
— ¿Si? ¿Por qué tan apurada, nena? La noche recién empieza.
—Ven con nosotros.
— ¿Quieres divertirte? —preguntaron cuatro chicos distintos, y lo único que atinó a hacer fue incrementar su paso.
— ¡Ey! ¿Dónde vas tan apurada? —preguntó un muchacho, el primero, colocándose delante de ella.
—Permiso, debo irme.
—No... Recién empezamos, nena. —contestó otro chico, mucho más mayor que el primero en hablar.
—Por favor, déjenme pasar. —volvió a pedir la chica, pero antes de que alguno diga algo, una limusina de más de ocho metros se colocó delante de ellos, y de allí, vestidos de traje, seis hombres bajaron con porte y elegancia, colocándose frente a los individuos que acechaban a la chica. Por último, un muchacho de cabellera ondulada y castaña, bajó con mucha más gracia que todos los otros, y se acercó a la muchacha, a la cual tomó de la mano derecha, la que no tenía lastimada, y la arrastró con él hasta el vehículo.
— ¡Ey! ¡¿Qué haces?!
— ¡Búscate la tuya! ¡Esa es nuestra! —dijo un muchacho, acercándose hasta el príncipe, pero, uno de los hombres que bajaron primero del lujoso vehículo, lo detuvo de un golpe seco, callendo al piso en un instante. Los otros delicuentes se miraron los unos a los otros, y sin más, comenzaron a correr, para que luego, el que estaba tirado en el piso, repita su accionar.
—Nosotros nos encargamos, Señoría. —dijo uno de los hombres, y en un segundo los seis salieron corriendo en busca de los vándalos. El príncipe, con delicadeza, metió a la muchacha dentro del vehículo, la cual, se encontraba en una especie de shock.
— ¿Está bien? ¿Señorita? ¿Se encuentra bien? —preguntó el príncipe, sin obtener respuesta. — ¿Señorita? ¿Debo llamar un médico nuevamente? —inquirió el príncipe, y la chica, sin decir nada, se aferró al muchacho y se largó a llorar sin más. El chico, desconcertado ante aquel gesto, abrazó con confort y suavidad a la castaña.
— ¿Está bien, señorita? —preguntó Harry, luego de unos minutos, cuando escuchó el cece del llanto de la joven.
—Si... Gracias. —dijo, secándose las lágrimas.
—Tome. —musitó el príncipe entregándole un pañuelo a la chica. La cual lo tomó con un poco de pudor, y se secó las lágrimas y luego se sonó la nariz, haciendo que el príncipe haga una mueca de asco.
—Gracias. —dijo ella, entregándole el pañuelo.
—De verdad... puedes quedártelo. —comentó riéndo levemente ante el acto de la joven.
—Yo...
— ¿Está bien, señorita?
—Estoy bien, Gracias.
—De nada, ahora si... ¿Me deja llevarla a su casa?
—Emmm... Si, si. Gracias. —volvió a agradecer la chica, bajando la mirada.
— ¿Dónde vives?
—Es lejos...
—Dime.
—José paso 1589. Tigre.
— ¿Escuchó, Alfred?
—Si, Su Majestad.
— ¿Majestad? —preguntó la chica, con los ojos abiertos como platos.
—Si me hubiéras dejado hablar en la habitación de hotel me hubiera presentado. Soy Harry Windsor, el príncipe de Gales. Un placer.
— ¿Gales?
—Reino Unido Británico.
—Oh por dios...
— ¿Y tu eres?
—Emma Di Vella. —contestó la chica, dejando perplejo al muchacho. Hasta ese momento, no había relacionado a la muchacha del accidente, con la princesa de Autro-Hungría.
— Un gusto conocerte, Emma. —dijo el chico, recuperando la compostura.
—El gusto es mío... Majestad.
— ¿Ahora piensas ser formal? ¿Luego de haberme llamado Cerdo pervertido?
—Lo... Lo siento. De verdad, lo siento.
—Está bien, te perdono lo de pervertido... Pero lo de cochino, me va a tomar más tiempo. —comentó con una sonrisa, haciendo sonreír de igual forma a Emma. La chica, se colocó mirando la ventana cuando el viaje hacia su casa comenzó, ya que no era para nada corto.
— ¿Cómo me encontraste?
—Me sentí realmente culpable cuando te fuiste sola, a estas horas de la noche, y empecé a recorrer cerca de donde te había accidentado, y te vi tomar el colectivo, así que lo seguí y de ese modo te encontré.
—Muchas gracias, eres un héroe.
— ¿Lo soy? Me siento más contento conmigo mismo ahora, señorita.
— ¿Ahora piensas ser formal? ¿Luego de haberme llamado niña loca?
—Lo lamento.
—Lo de loca te lo perdono... Lo de niña me va a costar un poco más. —musitó, mientras Harry reía con suavidad. Ella se dispuso a mirar el reflejo de la ciudad de noche por la ventana, la preciosa ciudad de Buenos Aires se extendía delante de sus ojos, pero... El cansancio del día le pasaba factura y lentamente cerró los ojos, hasta quedarse completamente dormida. En un movimiento del auto, cayó hacia el lado derecho, colocando su cabeza en el brazo del príncipe, el cual se sorprendió ante tal contacto, ya que, jamás nadie se atrevía a tocar de esta manera al monarca, pero, ante el contacto suave e inocente de Emma, este se quedó quieto, dejando que ella lo use como almohada.

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