Blinking Cute Box Panda

martes, 31 de diciembre de 2013

Tren de Medianoche - Capítulo 10


Tren de Medianoche
Capítulo 10

Jeannot Loghan Brightman

— ¿Se puede saber por qué no? —pregunté un tanto exasperado.
—Porque es solamente una alumna la que está en ese club ¿cree que le voy a pagar a un docente solo por una alumna?
—Por dios, yo voy a conceguir a más miembros, solo deme una oportunidad.
—Además, no creo que sea apropiado que un joven de veinticinco años esté con alumnas de dieciseis y diecisiete años.
—Mire, señor Garber, soy altamente profecional, fui graduado con honores de Juilliard, sin contar mis múltiples precentaciones en Broadway, en las cuales he sido protagonista.
—Justamente, señor Brightman, usted tiene un renombre que la escuela no tiene presupuesto para pagar. Debería, si es que desea enseñar, volver a Juilliard, a ser docente, porque el Instituto San José no puede pagar su renombre.
—A mi eso no me interesa, voy a cobrar lo mismo que el anterior docente. Solamente quiero estar acá. En esta escuela a la música, no se le da el lugar que merece, y si a esas chicas con pollera corta y las bestias de football americano, golpeandose unos con otros si se les da su lugar, ¿por qué los talentosos no? Los jóvenes, olvidandose de la gracia y el talento que se requiere para ser digno de pararse sobre un tablado.
Miraba al director con el ceño ligeramente fruncido y la espalda tan recta como una regla. Siempre tenía esa postura, como la de un bailarín, que es lo que soy. Me había graduado en aquella escuela, San José, y quería que mi primer trabajo como docente fuera en aquel lugar. No quería volver a Julliard, no todavía...
—De acuerdo, señor Brightman, va a cobrar lo mismo que el anterior docente, y si llega a algo con los alumnos, un premio o algo, su sueldo va a subir. —dijo el director, restándole importancia con un gesto de la mano.
—Está bien, ¿dónde están los chicos?
— ¿Chicos? Oh, no. Usted debió pensar que cuando dije una sola alumna era una broma, es solo una alumna la que se inscribió en el club de comedia, y es nueva. 
—Muy bien, nos vemos señor Garber. —ambos estrechamos las manos y salí de la oficina.
Caminé por los pasillos de la escuela, obteniendo la mirada de casi todas las chicas, con sus miradas petulantes y seductoras, y yo solamente les sonreía educadamente. Llegué hasta el salón de comedia y la pude escuchar.
Nunca en todos mis años, y debo recalcar que son muchos, escuché una voz igual. Ella comenzó a tocar una melodía calma y a la vez, hermosa. Y segundos después su voz la acompañó. Nunca en la vida, vi ni escuché a un ángel, pero estaba seguro que si tendría que describir a uno y ponerle un nombre sería el de ella, su voz era tan suave que parecía que sus cuerdas vocales acariciaban con parsinomia su garganta, dejando que la melodía que proporcionaba su voz se despegara, flotando en el aire, creando un aura de bienestar y tranquilidad. La paz inundaba el lugar, haciendo que mi alma se refulgiara en aquella melodía, ese suave arrullo cantarín de los mismísimos ángeles, todo con un aura celestial. 
—Nunca en la vida creí que podría escuchar a alguien cantar tan bien. —dijo un muchacho del cual no me percaté, sentado al lado del ángel cantarín.
—Gracias, pero tú exageras todo. —dijo la chica de hebras doradas, mientras un leve color carmesí se apoderaba de sus mejillas.
—Claro que no, desde que te conozco, todo en ti es perfecto. — terminó de decir su acompañante, y las mejillas de ambos se tiñeron de rojo. 
Empecé a caminar en dirección a ellos dos, y comencé a aplaudir, ambos levantaron la vista y me miraron. Él con el ceño fruncido y ella, como decirlo... ¿Anonadada?
—Buenas tardes, —comencé a decir en cuanto estuve lo suficientemente cerca de ellos, pero un grito de emoción me sobresalto, y no solo a mi, si no también al muchacho de cabello castaño, y ambos posamos la mirada en la rubia.
—¡Oh, dios mío! ¡Eres Jeannot Brightman! —gritó ella mientras corría a velocidad luz para bajarse del escenario, yo solamente sonreí y el chico miró sin comprender.
—Así es, un gusto, señorita...
—Rebecca, Rebecca Reed. —contestó ella, estrechando su mano con la mía, pero en un ligero movimiento giré su mano y la acerqué hasta mi boca, besando ligeramente la parte superior de su blanca y pulcra piel.
—Un placer, señorita Reed. —dije, y solté su mano con delicadeza. 
—Emm... —carraspeó una voz torpemente, y ambos separamos nuestros ojos, y los enfocamos en el muchacho que seguía sentado en el escenario.
—Oh, lo siento. Nick, el es Jeannot Brightman, es el actor más joven en protagonizar una obra en Broadway, sin contar que hizo las obras que más me gustan como In the Height, El fantasma de la ópera, Mamma mía!, Jersey Boys, The Addams Family, Wicked, Chicago. Ay dios ,como amé esa obra de teatro, juro que me ponía la piel de gallina cada vez que cantaban y...
—De acuerdo, tranquila Becks. —le dijo el muchacho tomándola por los hombros, pero esta estaba tan feliz que no le prestó mucha antención.
—Muchísimas gracias, Rebecca. —solté con voz calma y suave, a lo que ella sonrió y suspiró delicadamente. —Y me alegra que te guste mi trabajo, porque voy a ser yo el que te haga brillar sobre el escenario.
— ¿Qué? —preguntaron los dos a la vez, confundidos.
—Así es, soy el nuevo profesor de Comedia Musical. —al decir aquello, ella soltó un grito de emoción, lo que me hizo reír ligeramente, y el muchacho de su lado puso los ojos en blanco. 
—Me muero, es imposible... Alguien como tú, en esta escuela.
—Muchísimas gracias por el halago, pero bueno. Lo que ahora quiero es que te pares allí arriba, y me cantes una canción que te guste y que sea digna de ser escuchada en Broadway. 
Ella solo asintió y salió corriendo, para pararse sobre el escenario, detrás de ella estaba el reproductor sonoro, que tenía central ahí, pero había parlantes por todo el auditorio. 
La música comenzó a sonar y ella se paró en medio del escenario, y su voz de soprano, con potencia, mucha más potencia que la primera vez que la oí cantar, resonó en todo el auditorio.
{http://www.youtube.com/watch?v=kJlry5qKu8c&feature=fvst es i can't do it alone; de la pelicula Chicago}
Cuando terminó de cantar y bailar, me quedé perplejo, se podía decir que era hasta mejor que Catherine Zeta-Jones. Era una luz en el escenario, que se desenvolvía como si el tablado fuera el lugar donde nació. En cuanto despejé mi vista de ella, escuché el torpe y audible sonido de las palmas de... Nick, a lo que ella sonrió abiertamente.
—Increible, tienes mucho talento Rebecca. —musité, en cuanto estuve a su lado, arriba en el escenario. —Y juro, que se lo he dicho a muy pocas personas. —Ella sonrió y al instante un intenso color rojo formó parte de su piel blanca. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario