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lunes, 6 de enero de 2014

Tren de Medianoche - Capítulo 11


Tren de Medianoche
Capítulo 11

Farrah Deball

—Deball, ¿sabes qué dejaste todo sucio el piso de mi habitación?
—Lo enceré, Helena.
—Pues vuelve a hacerlo, te espero hoy en mi casa, además... tienes que cuidar a los irritantes de mis hermanos. 
—De acuerdo. —dije yo, bajando la cabeza, mientras ella chocaba mi hombro con el suyo.
—No entiendo por qué dejas que te trate así.
—Porque necesito el empleo, y prefiero escucharla diez minutos, a que no le pueda dar las cosas a Daniel.
—De eso se debe ocupar tu papá.
—Pero no lo hace Fi, y por eso lo tengo que hacer yo. —le contesté, mientras nos encaminábamos a la clase de Geografía, el profesor nos miró mal, porque llegamos un poquito tarde, ambas nos sentamos en nuestros respectivos asientos, y esperamos a que él comience la clase.
—Este año, vamos a ver Geografía mundial. —todos empezaron a quejarse, y el docente los silenció a todos. —Van a tener que aprenderse los países, ubicación geográfica, capital, clima, relieve, moneda, población, flujo migrante e inmigrante, carcterísticas, turismo e idioma de cada país.
—Pero es un montón. —se quejó Helena.
—En vez de estar haciendo piruetas en el aire, va a tener que sentarse y estudiar, Señorita. —contestó el docente, a lo que la mayoría rió en voz baja, y ella los fulminó a todos con la mirada. En un momento tocan la puerta y todos los ojos se posan en ella, mientras la misma chica de la clase de historia se presenta en el salón.
—Es tarde, señorita...
—Reed, soy nueva. —contestó ella, avergonzada.
—Esa no es excusa. —refutó el docente, de mala gana.
—Comprate un GPS, rubia. —le dijo Helena a lo que todos rieron, menos Fi y yo.
—Silencio. —dijo Morelson. 
—Disculpe. —musitó una voz suave y varoníl, que retumbó en toda el aula. Y apareció un chico de unos veinti tantos años, cabello castaño con ondas y los ojos celestes claros. Tenía una sonrisa preciosa, que dejaba enrever sus dienes blancos, tan blancos como su piel.
—Soy Jeannot Brightman, el profesor de Comedia Musical, Rebecca estuvo conmigo hasta ahora, y con la música no escuchamos el timbre, fue mi culpa su retrazo.
—Está bien, pero trate de que no vuelva a repetirse. —comentó Morelson con una sonrisa, mientras el profesor repetía su acto.
—Por supuesto. —aseguró este, mientras se giraba y le dijo bajo. —Cuídate, Becks. —ella solo sonrió, mientras la sangre se le acumulaba en las mejillas.
La chica caminó hasta atrás de todo, donde se sentó con Nick, este tenía el ceño fruncido y se veía enojado. Parecía que ella no notaba su enojo ya que lo trataba de la mejor manera y le hablaba como si nada.
— ¿Vienes hoy a mi casa, a cenar?
— ¿Hoy? No creo que me dejen.
—Por fa, trae a Daniel así juega con Sophie.
—Está bien, yo pregunto cualquier cosa. —le dije a Fionna con una sonrisa.
El docente siguió la clase, mientras escribía todo lo que nos iba a tomar en el próximo examén de la clase que viene. Toda América, con todos los países e Islas del centro. 
Tocó el timbre y Brandom se me acercó dándome una bolsa blanca.
—Allí están las invitaciones, luego, cuando termine la fiestita, le dejas a Lea las llaves de la casa de Helena, más te vale no hacer trampa, Fea. Porque juro que te mato.
—Tranquilo, Feo. Se las dejo a esa tal, Lea.
—Sé que soy sexy, y que te gusto.
—Claro, en tus sueños.
—No, Fea. Tu estas muy por debajo de los requerimientos que pido para que una chica entre, mínimo en mis sueños.
—Si claro, descerebrada como Helena.
—Tu tienes cerebro pero ella, tiene algo adelante y atrás que a ti te falta, y mucho.
—Cállate, idiota. —dije mientras este sonreía de costado, y se iba con dos rubias porristas, una de cada brazo, las cuales reían tontamente.
—Farrah, no me esperaste.
—Perdón, Fi. —musité, mientras la chica que estró tarde al salón de Geografía hacía acto de presencia. 
—Emm... Hola... Me llamo, Rebecca. —dijo la rubia con una sonrisa.
—Hola, soy Farrah, y ella Fiona. —contesté, señalando a mi amiga.
—Un placer. —contestó ella, tímida.
— ¿Así que sales con Holland? —comentó Fiona, a lo que yo la golpee en el estómago, Rebecca, en vez de fastidiarce por la pregunta de la chica, rió.
—No, claro que no, somos solamente amigos.
— Y Rebecca, ¿cómo vuelves a tu casa? —le pregunté, mientras las tres caminábamos a la salida.
—En colectivo, espero no perderme. —musitó con una sonrisa, y las tres reímos.
—De acuerdo, yo me voy a buscar a mi hermanito y me voy caminando, vivo cerca. —avisé besando la mejilla de las dos chicas. —Nos vemos.
—Adiós, chau. —comentaron las dos, con diferentes saludos.
—Yo también me voy, mamá me espera con panqueques. —escuché a Fiona, contar.
—De acuerdo, hasta luego.
— ¿Te acompaño? —escuché una voz masculina detrás de mí, Fi y yo nos dimos vuelta y allí estaba Ian hablando con Dianna. 
— ¿No qué estabas molesto? —le preguntó ella. Al parecer si se había dado cuenta que estaba enojado en la clase de geografía. 
—Un poco... pero no es tu culpa, lo lamento. 
—No, está bien.
—Así que... ¿te acompaño? Tengo que tomar el mismo colectivo que tú.
—Me encantaría. —dijo, con una sonrisa, ellos dos caminaron en el lado opuesto a nosotras, y la veía a Fiona con el ceño fruncido.
— ¿Qué pasa?
— ¿Por qué en ella? ¡Siempre se fijan en las rubias! —comentó con enojo, a lo que yo reí.
—No sé que es lo que te causa gracias. Estoy enamorada de Nick desde que tengo once años, y jamás de los jamases se me ha acercado para decirme, "Hola, ¿cómo estás?" —musitó imitando, de mala manera, la voz de Nick. 
—Hola, lindo. —dije, en cuanto me acerqué a Daniel, besé su mejilla y después besó la de Fi. 
—Hola Farrah, no sabes... Tengo cuatro amigos nuevos. —contó de lo más feliz, mostrando el cuatro con sus deditos.
—Me alegro tanto. —comenté sincera, mientras lo apegaba a mi cintura y los tres caminábamos en dirección a nuestras casas, ya que mi amiga vive a dos cuadras de mi casa.
—Mira, lo que pasa es que es el capitán del equipo de... ¡Todo!, siempre se interesan en "la barbie". —le comenté, retomando el tema anterior.
—Lo peor es que Rebecca, no me cae mal. O sea, entre ella y Helena, no hay mucho que pensar.
—En eso tienes razón.
— Sueño que cuando seamos grandes, nos vamos a casar, vamos a tener dos hijos, el mayor se va a llamar Peter y la nena Wendy, vamos a vivir en una casita en los suburvios, y...
— ¿Peter y Wendy? ¿De verdad? ¿Dónde van a vivir? ¿En el País de Nunca Jamás?
—Deja de burlarte, tonta. 
—Ya, ya, deja esa ilusión, que me estas enfermando. —comenté riendo, a lo que Daniel también se rió.
—No se rian, malvados... Hermanos tenían que ser. —anunció molesta. —Es mi sueño, además piensa, el es hermoso... Nuestros hijos van a ser perfectos.
No contuve más la risa y largué la carcajada limpia, a lo que ella me golpeó en el brazo en forma de juego. Entre charla y charla, llegamos a mi casa, ya que la de Fiona queda dos cuadras al norte, y nos despedimos. Subimos hasta el departamento y comencé a hacer la cena, para luego recalentarla en el microondas en cuanto llegara Neil. 
Prendí la tele, puse los cuadernos de Daniel para ver si tenía tarea y después me fui a la casa de Helena. Al llegar a la gran casa, un tanto lejos de donde yo vivía, me encontré con su madre, muy gentil, lo opuesto a su odiosa hija. Y saludé a sus hermanos, un encanto igual que su madre, empecé a hacer la cena, mientras limpiaba el comedor, luego me fijaba que la pasta y el pollo con salsa no se quemara, y seguía limpiando los cuartos de los nenes.
Cuando finalicé la limpieza del baño, me lavé las manos y serví la comida a la familia, colocando siempre con buen gusto y elegancia la mesa, como la señora lo pedía. Después fui hasta el cuarto de Helena, ya que era la última habitación que me faltaba asear.
—Al fin llegas, cenicienta. —musitó de mala gana. —Limpia, ordena, y cuidadito con llevarte algo. —comentó señalándome con el dedo. —Digo, las zorras hacen esas cosas.
Esto último lo dijo por lo bajo, y me aguanté el contestarle. Así que la ignoré y me dirigí a su habitación que era un desastre. Lo había hecho a propósito, por supuesto. Pero ¿qué iba a hacer? Nada. Así que empecé a juntar los papeles, hice la cama, limpié los muebles, pasé la escoba, el trapo y una vez terminado el trabajo salí de la casa, directo a la mía. 

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